
Título:
Siempre hemos vivido en el castillo
Autora: Shirley Jackson
Páginas: 208
Publicación en España: 2012
Editorial: Minúscula
Género: Terror gótico,
Misterio, Drama
Sinopsis
«Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y
vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría
haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos,
pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los
perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la
Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.»
Con estas palabras se presenta Merricat, la protagonista de Siempre hemos
vivido en el castillo, que lleva una vida solitaria en una gran casa
apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y
su anciano tío Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus
memorias. La buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención
de las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirían apacibles si
no fuera porque los otros miembros de la familia murieron envenenados allí
mismo, en el comedor, seis años atrás.
Opinión
Esta vez también os traigo un cásico,
aunque quizá menos conocido.
Este libro está catalogado como terror
(terror gótico), pero no sé si realmente lo es, como mucho sería terror psicológico.
Juzgad vosotros mismos si lo leéis.
Debo reconocer que esperaba encontrarme
con algún fantasma a lo largo de la historia, al menos es lo que me sugiere el
título del libro, pero no lo hay.
Mary Katherine Blackwood (Merricat) es
quien nos cuenta la historia. Ella vive sola con su hermana mayor, Constance,
con su anciano tío Julian y con su gato Jonas. El resto de la familia murió
seis años antes, envenenados durante la cena. Estos tres sobrevivieron por diferentes
motivos y todos en el pueblo culpan a Constance por lo sucedido. El odio que
todos los vecinos sienten hacia la familia Blackwood es inmenso, insoportable.
Y Merricat también los odia, tanto que hasta se imagina diferentes formas de
verlos muertos a todos. Constance y el tío Julian nunca salen de la casa: él
por estar en silla de ruedas y enfermo, a veces no reconoce a la gente, confundiéndoles
con los difuntos de la familia y otras veces rememora aquél fatídico día de
forma muy fiel; y ella a causa del terrible miedo que siente hacia la gente del
pueblo, que le acusaron y le siguen acusando de envenenar a toda su familia.
Además, rara vez tienen visitas, sólo
una vez por semana llega una vecina (la única que no les odia) para tomar el té
y charlar un poco, pero no les gusta tener visitas. Por eso toda su vida y
rutina cambian radicalmente con la llegada del primo Charles. Un hombre de
treinta años que, a mi parece, sólo se preocupa por él mismo, se cree mejor que
nadie y con derecho a mandar sobre todo, y que sólo llega allí para intentar
hacerse con la fortuna de la familia.
A pesar de que Merricat tiene dieciocho
años (tal como afirma nada más comenzar el libro) me ha parecido que era una
niña llena de fantasías, inteligente y astuta, pero muy traviesa (travesuras a
veces peligrosas). Sólo al principio me ha parecido que era mayor, pero cuanto
más avanzaba más pequeña me parecía.
Del final sólo diré que me esperaba
algo parecido, supongo que se podría decir que es un final “feliz”.
PD: La portada en ingles me parece más acorde con lo que es la historia. La portada en español no tiene mucho que ver, la verdad.