La entrada de hoy será algo diferente.
Si leísteis mi reseña de El judío errante sabréis qué problema tuve, y si no os acordáis o no lo habéis
leído (¿Qué hacéis que no leéis la reseña?) os cuento que al empezar a leer
este libro, un ejemplar antiguo que tenía en casa, descubrí con horror que
estaba lleno de moho. No era mucho, pero lo suficiente para que me preocupara y
lo pusiera en cuarentena para que no contagiara a otros.
Cuando conté esto en la reseña, algunos en los comentarios
so sorprendisteis por el hecho de que un libro pudiera sufrir esta “enfermedad”.
Y después de pensarlo un poco he decidido traeros esta entrada para contaros
las posibles causas de que esto ocurra y como solucionarlo y evitarlo. Siempre
hablando desde mi propia experiencia.